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[Alberto Gil]
Hace muchos, muchos años, en un reino junto al mar, habitó la figura bajo el sobrenombre de “El que siempre jugaba con el alma”. Con 25 años soltó todo lo suyo, se borró de la cara las pinturas de guerra azulgranas y, sin que nadie lo viera, subió a la capilla del palco de su estadio a susurrarle a la Virgen que no le desamparara. “Me voy, pero te juro que mañana volveré”.
“Dicen que nunca se rinde” murmuraban en Hispalis sobre él mientras acariciaba copas. Descubrió territorios como el Fuerte del Ligore donde se venera al zorro, se sumergió en un submarino amarillo de burbujas y colores, atracó en el puerto rojiblanco de El Pireo, y regresó a la capilla del Ciutat para cumplir su promesa recuperando aquellas pinturas de guerra para cubrir de gloria su nombre inmortal. “Ahora que el final está cerca”, reflexionaba como futbolista.
Y entonces descubrieron que la pelota le habló. Medio arrugada, dentro del círculo central, le gritaba enrabietada “aún no te has ido y ya te echo de menos”. También tuvo que encajar cómo su última camiseta de barras azulgranas soltaba su frustración con una frase tan postiza como rencorosa, fruto del no querer creer, “me abandonas como se abandonan los zapatos viejos”. Y las botas, acurrucadas una sobre la otra, en el fondo del vestuario, le retaron con un “Nosotros somos las de me quedo, si te quedas”, en un enésimo intento de reconducir la decisión de las decisiones.
Ni la pelota, ni la camiseta, ni las botas supieron encajar con madurez que “El que siempre juegaba con el alma” dejaba de jugar. Y de sopetón el protagonista afirmó: “No es un final feliz, tan solo es un final”. No era el adiós definitivo, era momento de colgar su clásico jersey arrugado sobre uno de los hombros, coger las botas con una mano y el balón engarzado con la otra y llevárselos como compañeros de viaje a su nuevo reto de futbolista sin balón, el de demostrar que también se puede jugar con el alma fuera del césped. Si no pregúntenle a Arancha, que lleva años jugando ahí ese partido con Mario, Hugo y Enzo… con toda su alma.
PDT.- Las cenizas de Alma, su hija, fallecida en 2011 cuatro días después de nacer, están en el césped del Ciutat.