El Atlético de Madrid necesitaba un golpe de autoridad y lo encontró en el Riyadh Air Metropolitano. Tras un arranque liguero lleno de dudas, con apenas dos puntos en tres jornadas, el conjunto de Simeone mostró una versión mucho más reconocible para imponerse 2-0 a un Villarreal que, pese a sus intentos, terminó condenado por errores propios y por la pegada rojiblanca.
El partido comenzó con el guion ideal para los locales: presión alta, mordiente y un gol tempranero. Sergi Cardona, acorralado por Giuliano Simeone, se equivocó en la entrega hacia atrás y Julián Álvarez cazó la oportunidad para asistir a Pablo Barrios, que definió con contundencia. El tanto encendió al Metropolitano y dejó tocado al Submarino, que, sin embargo, supo rebelarse en fases del primer tiempo. Moleiro tuvo dos ocasiones claras y Nicolas Pépé rozó el empate con una falta que se estrelló en el larguero justo antes del descanso.
La película cambió definitivamente al inicio del segundo acto. El Atlético volvió a golpear de inmediato, esta vez con un cabezazo imponente de Nico González a centro de Marcos Llorente. El argentino, en su debut oficial, firmó un estreno soñado y dio tranquilidad a los suyos frente a un Villarreal que, pese a los cambios introducidos por Marcelino, careció de precisión en los últimos metros.
El tramo final estuvo marcado por interrupciones, lesiones y un gol anulado a Lenglet por falta en ataque. Los amarillos perdieron fuelle y el Atlético supo administrar su ventaja, con Oblak prácticamente inédito tras el descanso.
Con esta victoria, el Atleti respira, suma cinco puntos y encara con más confianza su inminente estreno europeo frente al Liverpool en Anfield. El Villarreal, por su parte, encaja su primera derrota en LaLiga y deberá reajustar su plan antes de visitar al Tottenham en Champions. El choque dejó una lección clara: los rojiblancos, cuando aprietan desde arriba y convierten el error rival en virtud propia, vuelven a ser ese equipo temible al que nadie quiere enfrentarse.
