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Martí Prera: del calor y futbol mediterraneo al ‘caos’ de Islandia

En la vida a veces surgen oportunidades que no puedes decir que no, oportunidades de conocer otro país, otra cultura, otro clima, aunque para ello haya que irse hasta casi el círculo polar ártico. Y es que el fútbol es un deporte que trasciende de climas y lugares geográficos, hoy contamos la historia de Martí Prera, un exjugador del CD Roda de 3ª RFEF Grupo VI de la Comunidad Valenciana que se marchó al país del hielo (como los vikingos noruegos lo llamaron), al país donde hay más ovejas que habitantes y donde la naturaleza es salvaje: Islandia (Iceland). 

En cuanto contactamos con él la primera pregunta es obligatoria; porqué irse a jugar a un lugar tan remoto como Islandia, nos cuenta: “acabó la temporada en España y decidí tener un parón. A través de un contacto de fútbol, me ponen en contacto con un representante y sale una oferta de Islandia, que es tercera división de allí. Era el último día de mercado del fútbol islandés, un equipo que estaba en descenso, les hacía falta un delantero que se había lesionado. Fue todo muy rápido, muy corrido. Ellos me hicieron una oferta, yo les dije si la podían mejorar y quedaba dos o tres horas para las doce de la noche y a través de vía online todo el tema de contratos y demás, se acabó cerrando”. 

Sorprende la primera respuesta, pues el Roda que es un equipo que había quedado segundo en la temporada 24/25 de Tercera Federación y, no sabíamos si realmente quería dejar el equipo una vez acabada la temporada, nos contó que no, pero como relataba al principio había surgido una oportunidad en medio de una necesidad como la de tener “un parón de fútbol. No estaba seguro ni siquiera de si iba a continuar jugando. Pero salió esto, me llamó mucho la atención, y decidí irme porque el fútbol te da estas cosas que te permite viajar y tener estas oportunidades que quizás sin el fútbol no podrías hacer”. 

📸 INSTAGRAM MARTI PRERA (@martiprera8)

Una vez con la decisión tomada, le preguntamos sobre su primera sensación y (previa disculpa por el vocabulario empleado) la define como: “acojonado”. Lo primero que tuvo que hacer fue “[comentárselo] a mi pareja, se lo comenté a mi familia, tenía que ser todo en tres o cuatro días porque el club quería que fuera para el partido del miércoles, necesitaba despedirme de mis amigos, de mi familia y nada, a la aventura, sinceramente, me sabe mal decirlo, pero no tenía mucha idea de la vida que se llevaba en un país como Islandia”. Al tiempo que llegó allí supo que la comunicación y aclimatación iba a ser buena “porque aparte de islandés, que es prácticamente imposible, hablan inglés, y yo me manejo bastante bien en el inglés. El tema del frío sí que es verdad que me echaba para atrás, pero al final he pillado un buen mes, era verano allí, sinceramente frío como tal no he pasado”.

Aparte del idioma y del clima, en estos países del norte, las comidas suelen ser un problema, las verduras parecen de plástico, son caras y comer bien puede ser todo un reto, pero él nos cuenta “que los primeros días fueron duros, como la comida mediterránea sinceramente no hay nada, pero bueno al final sí que es verdad que la comida nos la pagaba el club, entonces pues al final tenías que comer lo que ellos te daban, no eran cosas que yo considere que no son buenas, pero vamos que prefería la comida de España mil veces. [También] es cierto que Islandia tampoco es un país donde tengas mucho ocio y puedas comer por ahí todos los días, es un país muy caro, la verdad que los sueldos son altos pero es un país muy caro, entonces prácticamente casi todas las comidas las puedes hacer en casa, te cocinas tú mismo, vas al súper, intentas valorar las opciones que más se acoplen a tu día a día y ya está, además que soy una persona que le gusta comer de todo”. 

Llega la hora de hablar sobre lo que nos ha traído hasta nuestro protagonista, sale el tema del fútbol. El equipo al que se marchó Martí fue al Hottur/Huginn de la tercera división islandesa con estadio de nombre Fellavöllur cerca de la población de Egilsstaðir que se encuentra al noreste de Islandia. 

En estos casos, lo más complicado es buscar las referencias o alguien que te pueda dar una guía rápida una vez tomada y ejecutada la decisión, y “resulta que en ese equipo jugaban tres chicos españoles y claro, te cambia un poquito el chip porque dices, ya puedo estar más arropado, puedo hablar el idioma con alguien, si me pasa algo sé que puedo tener la ayuda de estos chicos. Les pregunté sobre la liga, el club y ellos son los que me dan la información, me comentan que es un fútbol diferente, y me dan las indicaciones de cómo es el fútbol y de lo que puedo encontrarme allí, porque prácticamente no sabía nada”.

Ahora a su vuelta, después de tres meses, y ya saber cómo funciona el fútbol de allí dice que es “muy diferente, porque es un fútbol muy anárquico, muy de ida y vuelta, mucha transición, no ves posiciones largas, cuesta mucho hacer una posición larga allí y yo creo que es la gran diferencia con el fútbol español. Individualmente son muy buenos, físicamente van mucho, pero sí que es cierto que he notado cierto desorden táctico”. Todo esto que nos cuenta lo hace después de haber “jugado siete partidos y metido tres goles, hay que ser realista éramos un equipo que luchaba por el descenso, y sinceramente [después de ver el primer partido] me tuve que adaptar un poquito, tenía que bajar mucho a recibir para poder ser protagonista con balón, porque no solíamos tener mucha posesión en campo contrario y costaba. El 9 allí, o eres un 9 muy tanque que juegas mucho a juego directo o si no te cuesta estar en contacto con el balón”. 

Sobre la liga y los desplazamientos los cuenta algo que le pareció “muy anecdótico, porque sueles viajar a los partidos en avión, solo hay una carretera y no te da, pero que si luego el avión no lo puedes coger, te toca volverte en coche y a lo mejor en coche son de seis a ocho horas conduciendo. Entonces, en dos viajes me ha tocado hacer eso y gracias a esos dos viajes he podido ver la isla”. Sobre los aeródromos o aeropuertos, “hay cuatro, es como si dijéramos uno en el norte, uno en el sur, luego la capital y luego en el este el aeropuerto está justo en Higstair, en el pueblo que vivía”. El otro problema, a causa de la geografía de los países del norte es que te pueda tocar jugar en el pueblo de un fiordo “que a lo mejor el aeropuerto está a cuatro o cinco horas del pueblo y te toca coger avión pero luego cinco horas de coche”. 

Para todas estas experiencias que comentamos, el club se lo facilitaba todo: “te ponen casa, te ponen comida, te ponen coche, ellos te lo aportan todo” aunque “también es cierto que allí no te paga el club como tal, te paga el ayuntamiento de una empresa que trabaja para el ayuntamiento del pueblo. Entonces tú les ayudas, con alguna faena”. En su caso le tocó ir a jugar con niños a una escuela de verano donde jugaron al fútbol, billar, futbolín…

Cuando le preguntamos por el futuro después de haber vuelto “porque allí la liga va diferente, allí se juega desde abril hasta septiembre”, nos cuenta que “no he pensado nada todavía, estoy volviendo un poquito, a la realidad. [Con el calendario que tiene el fútbol islandés] es verdad que lo puedes compaginar con el fútbol español”. Por último, admite conforme vamos llegando al final que le “ha vuelto a entrar el gusanillo un poco” y que “el año que viene, a lo mejor vuelvo a Islandia, si tengo alguna oferta”. 

Como siempre, españoles hay en todos los lados, allí donde no parece que vaya a haber ninguno siempre te encuentras con alguno como le pasó a Martí en un remoto sitio de Islandia. Algunos pensábamos que en esos lugares tampoco habría lugar para el fútbol, pero ya ven, cada rincón del mundo con cada persona que lo conforma tiene una bonita e interesante historia que contar

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