La DANA no solo arrasó campos y material, sino que también dejó heridas que no se han acabado de cerrar en cientos de niños que vieron cómo su lugar de desconexión, desaparecía bajo el agua. Muchos clubes quedaron tocados, con instalaciones inutilizadas y escuelas mermadas tras la tragedia; incluso algunos siguen sin poder disponer de sus campos. Sin embargo, en medio de ese paisaje devastado, algunas entidades decidieron levantarse con ideas renovadas. Clubes, que pese a estar magullados, han apostado por convertir el fútbol en un espacio más humano, cercano y acogedor para niños, padres y entrenadores. Y en plena Zona 0 de la DANA, un equipo ha dado un paso valiente: reconstruirse en el campo y en las emociones.
Es el caso del Benetúser-Favara, que decidió apostar por la psicología deportiva en su club, tal y como nos cuenta su presidente Pedro Aleixandre: “estamos constantemente pensando cómo mejorar cada año, y teniendo en cuenta la situación, queríamos tener un valor añadido. Pensamos en un psicólogo deportivo, pero desde el punto de vista competitivo. Hay niños que compiten mejor que otros, otros que no llevan bien las derrotas, otros el carácter. Pensamos que podría ser una figura que podría encajar muy bien en la parte formativa, sobre todo en el fútbol ocho y luego en las edades de cadetes y juveniles, para que sepan templar los nervios en las competiciones que ya se ponen más duras”.
Tal y como narrábamos al principio, el tema de la DANA fue un desencadenante también para incorporar este perfil, que casi suena más a un fútbol profesional que amateur. Pedro, veía la situación de la siguiente manera: “pensamos que quizás sería bueno que también tuviese esa visión desde el punto de vista de todo lo que ha pasado (DANA). Nosotros no somos especialistas, pero es obvio que al ser humano cuando hay una tragedia hay unas consecuencias que de alguna manera pueden aflorar. Para anticiparnos a posibles trastornos deportivos, trastornos psicológicos; que eso lo vigilara o lo monitorizara de alguna manera, equipo por equipo, para ver comportamientos o conductas que a lo mejor estuviesen fuera de lo normal en un niño de ocho, diez o doce años”.
Por su parte, Alberto Pascual, actual psicólogo del club, nos define el concepto de psicología deportiva: “un psicólogo normal trata ansiedad, depresión, las enfermedades o los trastornos más conocidos; un psicólogo deportivo trata todos estos trastornos pero dentro de la vía deportiva, es decir, cuando un deportista va a salir a una competición muy probablemente esté nervioso, tenga ansiedad precompetitiva, pues le ayudas a gestionarla. Cuando un delantero lleva cinco o seis partidos sin meter gol, empieza a tener una ansiedad, pues aprender a gestionar todas esas emociones. Se centra sobre todo en gestión de emociones, más enfocado en la vía deportiva”.
Continuamos con Alberto, a quién le preguntamos por el tema de la DANA y los comportamientos así como su ayuda a niños, padres y entrenadores; siendo los niños una parte que él mismo añadió respecto de la idea original del club que era tratar solo con los dos primeros grupos. Por su parte, lo primero que nos matiza es que él no es especialista en traumas, así que en esa parcela él no se inmiscuye, y recomienda, en algunos casos, los psicólogos que ofrecen el servicio gratuito para aquellos que no se lo puedan permitir. Respecto de sus funciones y ayudas: “es verdad que trabajando tanto identificación como expresión de emociones se puede ayudar a muchos niños con cosas que tenían guardadas, cosas que no han sabido expresar en su momento, a que las puedan expresar. Y ese es también uno de los trabajos que yo puedo hacer, que sepan expresarse, que sepan entenderse y que lo que puedan tener guardado ahí de aquella situación lo saquen para afuera, lo externalicen y se les pueda ayudar de la mejor manera. Así que mi trabajo es darle estas herramientas de expresión e identificación de emociones, que se puedan liberar de esa carga que tienen. (…) para que sepan qué es lo que les pasa, muchas veces al no saber ponerle nombre no aprendemos a gestionarlo, entonces ese trabajo de identificar ayuda a la comunicación de qué es lo que te pasa. Al final se trata de que el entrenador te puede preguntar y tú puedas responder más que un “bien”. Todo eso ayuda al entrenador y te ayuda a ti como niño. Y luego, para personas más adolescentes, ayudarles en ese cambio que todos hemos pasado, que todos nos hemos creído los reyes del mundo, que todos tenemos presión externa; sobre todo en compararte con gente de tu colegio, de tu círculo cercano, de amigos, acompañarles en toda esa transición y gestionar unas emociones un poco más complejas, como puede ser gestión del error, gestión de esas expectativas con 12-13 años ‘soy bueno’ o ‘no soy bueno’ o ‘qué va a ser de mí’. Y por otro lado un acompañamiento a nivel escolar, hacerles ver que es importante seguir con los estudios, que es importante tener una carrera dual, porque por muy bueno que seas, en un abrir y cerrar de ojos se puede acabar todo y que haya una segunda vía de continuar es muy importante”.
Aparte de los niños, comentábamos que también el trabajo se realiza sobre padres y entrenadores, un ámbito que Alberto considera clave porque “en estas edades formativas donde disfrutar es lo importante, a veces el problema no viene del niño, sino de entrenadores con objetivos inalcanzables o expectativas no realistas, o incluso de padres que ejercen una presión que el niño no puede soportar”. Por ello, él se mantiene presente en entrenamientos y partidos para “ayudar al entrenador a gestionar problemas en el momento” y actuar como mediador en conflictos con familias, ya que el fútbol base “es un deporte pasional y hace falta alguien que ayude a comunicar las quejas de manera óptima”. Además, ha puesto en marcha talleres diferenciados para fútbol 8 y fútbol 11, adaptados a las necesidades de cada etapa: desde motivación, comunicación, resolución de conflictos y gestión de grupo con entrenadores, hasta sesiones para familias como “Acompañar sin presionar”, “La grada como escuela emocional” o “Acompañando a la adolescencia deportiva”, donde se abordan expectativas, apoyo realista, autonomía, relación con el entrenador y el equilibrio entre estudios, fútbol y vida personal. Todo ello, subraya, siguiendo un principio claro: “la función de un psicólogo es gestionar las necesidades, no crearlas”, adaptando cada taller a lo que realmente viva cada equipo.
Estos enfoques de trabajo llevan a que en el mes y medio con la idea puesta en marcha, ambas partes hayan podido sacar algunas conclusiones: tanto Alberto, como psicólogo, como Pedro, presidente de la entidad, dan por bueno el primer mes. Alberto en su caso: “es un balance muy positivo más de lo que igual tenía yo de expectativas (…) hay una predisposición muy buena por parte de todo el club y eso es lo más importante que haya esa predisposición en mejorarse”. Pedro, en su caso: “estamos muy contentos de cómo se está enfocando todo, del nivel de implicación, de todo. La verdad es que es un tema novedoso por nuestra parte y está teniendo una aceptación dentro de la estructura del club muy buena, tanto por padres como por madres”.
Alberto, en estos momentos, está solo en las sesiones que realiza con los grupos de jugadores, entrenadores y padres, y nos dice que se maneja bien, pero cuando se le pregunta por la posibilidad de incorporar gente nos remarca que “la intención que se tiene es ir incorporando personas. También trabajo con el club en darle opciones sobre qué se podría hacer: por un lado yo al final conozco personas muy capaces que podrían, podrían venir y ayudar, y luego por otro lado también les propuse que no tuviesen miedo a ofertar prácticas en la universidad. Todo podría ayudar a hacer mucho más específico el trabajo es decir que en vez de estar una persona con todo el club pudieran estar tres, cuatro, cinco con los diferentes equipos que hay y que sea todo mucho más personalizado”.
Por último, en una puesta en común, tanto Pedro como Alberto, coinciden en que la figura del psicólogo deportivo sigue siendo poco común en clubes medianos, aunque aporta un gran valor. Pedro explica que, desde el inicio, sabían que su estructura era “algo inusual en clubs medianos o pequeños”, pero que su prioridad es ofrecer servicios que hagan que “los hijos estén contentos”, destacando la suerte de haber encontrado a un profesional tan implicado. Por su parte, el psicólogo considera que muchos clubes no incorporan este rol porque “lo tachamos como algo súper caro”, cuando en realidad, si se sentaran a hablar, “muchos psicólogos adaptarían sus intervenciones al presupuesto”. Ambos coinciden en que incluso acciones pequeñas mejoran la relación entre “padres-entrenadores y niño”, fortalecen la estructura deportiva y aumentan la satisfacción de todos con la entidad.
Así cerramos una nueva historia, con un tema que cada vez se está poniendo más en liza, no solo con los adultos sino también con los niños, en fin, una ayuda que provoca una mejor expresión, tratamiento y rendimiento tanto personal, así como sobre el campo de fútbol. Un ‘plus’ diferencial en un club como el Benetúser-Favara que provoca que más allá de los resultados, los integrantes de un club que fue tan afectado por la DANA pueda recuperarse y ver la luz, a través de las soluciones que incorporan las personas que hacen el club.





