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[Alfonso Gil: El miedo del guardameta ante el penalti]
El deporte contempla victorias y derrotas, récords y decepciones, títulos colectivos y títulos individuales. En este último apartado, hasta hace poco destacaban los éxitos de tenistas o velocistas, que compiten en solitario, pero en los últimos tiempos han cobrado protagonismo los galardones individuales en deportes colectivos, especialmente en el fútbol, con la entrega de balones, botas y pelotas playeras tanto de oro como de plata o bronce. La trascendencia de estos premios está cerca de superar la de ganar un Mundial o una Liga de Campeones como equipo. Lamentablemente, la esencia del juego y la fuerza del grupo han perdido caché ante la notoriedad del individuo considerado mejor entre los mejores a pesar de que su deporte sea coral.
Hay otro aspecto en el capítulo de éxitos que gira en torno a la obtención de registros que pueden marcar la historia de una disciplina. Entre ellos, algunos ya se han logrado (bajar de diez. segundos en los cien metros lisos, por ejemplo) y otros se podrían conseguir en breve (hacerlo con las dos horas en el maratón). Piense el lector en otros hitos a conseguir en el mundo del ciclismo (batir el récord de la hora), baloncesto (lograr un número de puntos o de triples por partido nunca alcanzado) o golf (la imposible gesta de completar dieciocho hoyos en dieciocho golpes).
Por lo que respecta al fútbol, el sueño al que aspiran los dirigentes de este deporte, así se apunta con hechos más que con declaraciones, es que los futbolistas, me refiero a los profesionales del más alto nivel. lleguen a ser capaces de disputar el máximo de partidos posible al mes, a la semana o al día con independencia de los riesgos que se pueden derivar para su salud. El Mundial de clubes que finalizó hace poco más de un mes es un claro ejemplo de hacia dónde se perfilan ciertas intenciones no explicitadas formalmente.
No me ha parecido mala desde el punto de vista competitivo la idea de desarrollar esta competición, pero me ha resultado desafortunada su puesta en funcionamiento, los criterios para establecer los contendientes, la excesiva duración del torneo y la exposición del futbolista a una exigencia que tendrá consecuencias.
Un mes después, las ligas europeas ya han comenzado. ¿Vacaciones para el jugador?, ¿pretemporada? … Nada de nada más allá de lo estrictamente imprescindible. Se pueden producir incluso la paradoja de que algunos de los mejores del momento en Europa (Barcelona, Liverpool. Nápoles … , que no han estado en el Mundial) dispongan de una cierta ventaja deportiva.
Todo ello como consecuencia de una larga lista de intereses cruzados entre UEFA, FIFA, ligas profesionales y federaciones nacionales sustentados en criterios mucho más económicos que deportivos. Aunque a todos nos gusta ver a los mejores con el balón en los pies, hay una cuestión de sostenibilidad que, además, se complica con una circunstancia que ha crecido exponencialmente en los últimos años, la de la juventud con la que algunas de las estrellas alcanzan un rendimiento espectacular. Hace sesenta años había un niño hecho hombre que se llamaba Pelé. Actualmente tenemos en la mente a más de un chaval con posibilidades de acercarse a aquella figura siempre y cuando la industria no lo liquide en cinco o seis años.
Ligas de veinte o veintidós clubes, torneos de Copa sin apenas fechas para su disputa, nuevas competiciones de selecciones, mundiales con más equipos, ligas europeas con más participantes, proyectos de supercopas europeas que quizá lleguen a buen puerto, supercopas nacionales o partidos de liga allende los mares por motivos que nadie ignora y. como última novedad, el reciente mundial de clubes. El calendario es el calendario, no es elástico, las semanas tienen siete días y los años 365. No se puede estirar más, pero esa realidad colisiona con una tendencia cada vez más marcada: el cumplimiento del deseo de que los futbolistas batan el récord de disputar al menos un partido al día. Ahora apenas juegan 65 o 70. Queda camino por recorrer, pero el sueño de ni una sola noche con un televisor sin fútbol cada vez es menos utópico.